Las movilizaciones en el último año han demostrado el malestar de sectores sociales
específicos afectados por carencias materiales determinadas, como los estudiantes contra la
mercantilización de su educación, los pobladores contra la nueva ficha de protección social,
los portuarios, quienes esperan la reconstrucción post terremoto y los radicales bloqueos
de camino en Aysén. Sin embargo, de la misma forma en que un proverbio chino propugna
que “los que a hierro matan, a hierro mueren”, por cada levantamiento, hay una respuesta, y
de esta forma la realidad se superpone a cualquier historia samurai que hable del equilibrio
interior.
Por Big Yamo ft. Tony Dize
Por Big Yamo ft. Tony Dize
Asumir la lucha hoy por hoy implica asumir los costos, al mismo tiempo que asumir la necesidad impostergable de la victoria definitiva y total. Pero ¿qué significa luchar en estos días, cuando los últimos 25 y 30 años “las grandes usinas del imperialismo –diría Néstor Kohan- y también las diversas variantes del reformismo y la socialdemocracia internacional han tratado de inocular en el movimiento popular latinoamericano la peregrina idea de que la revolución ya no es viable, ni posible ni deseable”?
¿Qué significa hoy la consigna que nos incita a seguir peleando con el fin de desterrar de una vez y para siempre una forma de vida basada en el consumo, las deudas, la humillación y el crédito, convirtiéndonos en verdaderos pusilánimes pendientes de cuan bien marchamos por la senda de la meritocracia que este modelo nos ofrece?
Pues, algunos nos incitan a ser responsables, a tomar precauciones y que no podemos
estar en paro por siete meses nuevamente. Pero eso no debe traducirse en la posición ilusa
de que es posible la conciliación entre los intereses del gobierno y de los estudiantes. Esa
responsabilidad, que mas bien parece el reflejo de una actitud entreguista que tanto pregonan
los hasta ahora vistosos presidentes de la FECH y la FEUC, no es otra que la actitud de quien
pela por detrás y envidia por delante. “Este es el año de las propuestas” agitan de la mano con
un ministro Harald Beyer que espera “cobrarles la palabra”. Los aludidos pasan de la crítica
a la colaboración con la “clase política”, haciendo vida el slogan que llevó a Marcela Sabat al
parlamento: “¡Refréscate!”.
Entre tanto trajín, la verdadera responsabilidad está en que no podemos estar en paro por
siete meses si este no significa una lucha cotidiana, organizada y política, si no significa superar
la dispersión de las masas estudiantiles y enfrentar con efectividad la fórmula que bien le ha
resultado al gobierno: represión, dilatación y encauzar a las masas a los marcos de la legalidad,
el diálogo y las negociaciones.
Es cierto, los estudiantes tenemos una responsabilidad, pero que poco tiene que ver con la
cómplice institucionalidad y sus lacayos participacionistas. Nuestra responsabilidad tiene que
ser acumular la fuerza, organizarla y prepararla, hacer de la lucha su escuela donde crezcan y
se fortalezcan nuestros compañeros, alcanzar triunfos que nos permitan proyectar la pelea,
hasta vencer.
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