Bienvenidos es una palabra a estas alturas les debe sonar trillada. Tanto de parte de las
excelsas autoridades del ICEI, como de sus profesores, el centro de estudiantes y sus
compañeros más grandes. Bienvenidos al año que para muchos será el primero de universidad,
bienvenidos a un nuevo académico y a lo que va quedando de los míticos pastos de Juan
Gómez Millas.
Por La Factoría
Por La Factoría
Como Revista Candola no podemos sino sumarnos a todos los buenos deseos. Esperamos que sus primeras semanas en la universidad hayan sido entretenidas y que luego de un par de condoros y algo de sentido común, puedan sobrevivir a la locura de ser mechón. Esperamos también que se hayan acostumbrado a volver al anonimato de no conocer a casi nadie, luego de haber sido el centro de atención para todo el Instituto; a no acordarse de sus ramos, ni de quienes son tus compañeros, y aún no poder identificar la diferencia entre la sala 1 y la 4, porque todas tienen nombres y no números.
En este contexto de bienvenidas y celebraciones los que fuimos mechones el año pasado escuchamos cientos de veces palabras como pluralismo, universidad estatal y laica, pero muy pocas mencionaban la cara más real de la moneda, esa que sería la tónica del 2011, la de un país atravesado por la injusticia social y que se dejó ver principalmente con las demandas por educación gratuita y de calidad para todos, recordándonos que ya por pertenecer a esta Universidad somos parte de una elite, y que lo mínimo que podemos hacer es darnos cuenta que “la Chile” no es el Chile que la mayoría vive.
Entre Cartagua, los pastos, entregas de taller y pruebas de actualidad nos pilló el 28 de abril,
con la primera marcha del año. Las demandas no eran nuevas, seguían siendo básicamente
las mismas que el 2006 o el 2008, evidenciando un país que tiene una deuda histórica con
la educación, la salud, la vivienda, el transporte y otras tantas cosas que no caben ni en la
editorial más larga de todas, y que son producto de un sistema económico en el que no tienen
cabida los derechos, ni menos la justicia.
A comienzos del 2011 ni los mechones, los centros de estudiantes o la dirigencia de la FECh
podrían haber vaticinado el peso que iban a tener estas movilizaciones, porque más allá de
la duración del paro, fueron casi siete meses donde mucha gente se dio cuenta que tiene
derechos que puede y debería exigir, y que este sistema está lejos de ser infalible e irrefutable.
Pese a no haber tenido ganancias concretas y haber sumado tan pocos meses de clases, el
año pasado estuvo lejos de ser un año perdido. Fue de un año lleno aprendizajes, en donde
comprobamos que no basta con estar en una sala de clases, o anotar cosas en un cuaderno
para saber cosas importantes. Que en una marcha, en una asamblea o escuchando a las
personas que se detenían frente a la toma de la casa central se aprenden otras cosas, muchas
veces más importantes y tangibles.
Este año está bastante más claro a qué nos enfrentamos. Al conflicto estudiantil se le suma
un despertar generalizado de distintos actores sociales, factor fundamental para comenzar
a poner en práctica la lección que quedó más clara de la experiencia del 2011: la necesidad
de crear organizaciones fuertes, que sean capaces de trascender más allá de los tiempos de
efervescencia.
El equipo de Revista Candola reitera la bienvenida, invitándolos a unirse a este nuevo año
de lucha. Hoy creemos en la posibilidad de no repetir los mismos errores, pero finalmente
la responsabilidad recae en nosotros, la contingencia está ahí, al igual que el camino que el
agitado 2011 dejó abierto.
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